La presión de NO ser madres

El título de este texto responde a dos cuestiones. La primera de ellas, y que quizá hemos experimentado la mayoría de las mujeres sin hijos, es esa presión por parte de tías, mamás, hermanas, primas, abuelas (y su igual masculino) y otras amistades, incluso gente nada cercana, que sin ningún escrúpulo ni menor reparo lanzan un bombardeo de apabullantes preguntas: ¿y tú para cuándo?, ¿no piensas tener hijos?, ¿qué edad tienes?, porque se te vaya a pasar el tiempo, aprovecha que aún eres joven, si no tienes te vas a arrepentir, deberías de apurarte para no quedarte sola. Y una larga lista de cuestionamientos y juicios.

No falta el individuo que tengan una criatura y te digan "es lo mejor que me pasó, deberías de animarte". Ah, vale, que bien que es su sueño materializado, venga, sigue tu camino. Puede parecer dura esta postura, sin embargo, las mujeres tenemos interiorizado que procrear es parte de nuestro destino en la vida y rol dentro de la sociedad. Si un hombre no tiene hijos, supo elegir como aprovechar su existencia. Si una mujer no los tiene, está desperdiciando el regalo más preciado de la vida.

Si nos sinceramos, hay mujeres con hijos que si tuvieran la oportunidad harían una elección distinta respecto a ser madres. Orna Donath, socióloga israelí, aborda la inexistencia del llamado instinto materno en su libro Madres arrepentidas, donde a través de testimonios distintas mujeres aceptaban amar a sus hijos, así como el hecho de que si pudieran regresar el tiempo y tomar otro camino, no tendrían hijos.

No es cuestión de instinto, las mujeres pueden tener un útero que está diseñado biológicamente para concebir, pero pese a ésta aparente condena que hay que cumplir si o si, las mujeres somos algo más que una fábrica de bebés, que formadoras y cuidadoras de las generaciones futuras, que encargadas del calor del hogar. Somos seres con sueños, deseos y ambiciones propias, que pueden o no contemplar la maternidad.

La segunda cuestión hacia donde puede girar este título es la presión de “no deber tenerlos”. En lo personal, como mujer, siento que mi deuda con la sociedad futura y el mundo es no procrear ¿Las razones? Ecología, cambio climático, predicciones nada alentadoras sobre la situación laboral y de vejez, altos índices de violencia, crisis económicas, etcétera. Quizá no sea la gran contribución, quizá no haga el cambio, pero justificaciones como no quedarme sola, o tener un pedacito de mí, me parecen insuficientes para decidir ser madre.

Supongamos que en el ocaso de mis 30, sufro de una crisis por la maternidad y decido embarcarme en la gran aventura de ser madre. En primera, sentiría que traiciono mis ideales. En segunda, ya escucho el silencio incómodo de otras amigas, tame no bebés, ante tal noticia; y no es gratuito, varias veces nos he sorprendido escandalizadas antes aquellas mujeres que, sin ningún temor, aparente, y con toda la naturalidad del mundo continúan engrosando los índices de natalidad.

Al final, lo que quiero decir, es que ninguna decisión es “buena o mala”, presionar por cuál camino tomar, sí lo es. De lo que ahora podemos regocijarnos es de celebrar la vida y el derecho que podemos ejercer todas acerca de ejercer, o no, la maternidad.



Rebeca Avila



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