Algún día de la semana pasada me apareció un anuncio en YouTube sobre un nuevo documental de Netflix. No recuerdo su nombre pero se trataba sobre el bombardeo especializado al que estamos expuestos en las redes sociales: anuncios, marcas, en fin; la venta de un estilo de vida que se adapta a nuestras búsquedas en Internet y las cuentas que seguimos en Facebook, Instagram y una larga cantidad de etcéteras.
Según el psicólogo social Kenneth J. Gergen, en la modernidad tardía nos encontramos expuestos a una infinidad de estímulos que dificultan la concentración de la identidad individual. Cuando él escribió su libro El Yo Saturado, los únicos medios de comunicación eran la televisión, los periódicos y la radio. Imaginen qué pensaría hoy en día con las redes sociales presentes, en todo momento, en nuestra vida cotidiana.
Éstas últimas nacieron como plataformas para mantener el contacto con nuestra comunidad, con personas que comparten los mismos intereses que nosotros o con nuestros familiares y amigos. Sin embargo, el “efecto Facebook” ha hecho que las redes sociales hayan pasado de ser herramientas de conexión, a herramientas de consumo.
Aquellos que tenemos la fortuna de guardar la cuarentena sin necesidad de salir a trabajar, hemos pasado gran parte de los últimos meses en casas, lo cual, ha incrementado nuestro consumo de plataformas sociales por Internet. Esto, solo profundizó un proceso de transformación al “influencer”, en el que, cientos de personas se dedican a reseñar productos que, en el mejor de los casos, les son enviados por marcas, en otros casos, solo a cambios de likes o views.
Como lo planteó Gergen, la exposición a cientos de referentes acerca de lo que significa “vivir bien” en el capitalismo tardío, fragmenta la formación de la identidad al mismo tiempo que ocasiona angustia a aquellos que no podemos acceder al estilo de vida de nuestro “influencer favorito”.
Pongamos como ejemplo una de mis redes sociales favoritas: Instagram. Nació como una red social dedicada a la fotografía amateur, a través de la cual se podía subir fotos de baja calidad, tomadas con la cámara de un celular, aplicar un filtro predeterminado en la aplicación, y compartir con nuestros contactos una fotografía bastante decente.
Sin embargo, después de que la plataforma fue comprada por Facebook, poco a poco fue cambiando su objetivo, hacia un modelo en el que lo que importa es la venta de publicidad. La integración de las “historias” ha profundizado este fenómeno, ¿quién no se ha enfrentado a la línea llena de historias de un influencer reseñando el producto del día, a un río interminable de publicidad de lo que Facebook considera que es interesante para nosotros?
El problema no radica en que se venda publicidad o no, ese es su modelo de negocio que implementan para que el consumidor utilice una plataforma de manera gratuita. Podemos criticar ese modelo, pero para mí ese no es el problema principal.
Podemos pensar a la identidad individual como un plato, el cual, esperamos que esté completo sobre la mesa. Este plato en realidad se encuentra fragmentado en pequeños pedazos,que resultan del cómo se ha ido formando nuestra identidad desde los círculos de socialización temprana: la escuela, la familia y los amigos; hasta círculos de interacción secundaria, como los medios de comunicación y las redes sociales.
Cuando intentamos definir quiénes somos y quiénes queremos ser y, al estar expuestos a tanta información y referentes identitarios, entramos en una situación no sólo de adicción a las redes sociales sino de angustia por no ser como el famoso influencer que nos gustaría ser (que muestra su desayuno, casa, su cuerpo y familia perfectas permanentemente).
Cuando combinamos ambos fenómenos, la publicidad y la angustia por el ser, surge un sentimiento de aflicción aún peor, originado en el no tener lo mismo que las personas que seguimos en línea. La catástrofe radica entonces en que la identidad en línea ya no está definida por quién eres: sociólogo, madre, esposo, amigo, atleta; sino por lo que tienes y por lo que puedes mostrar que tienes en las redes sociales.
David Palma
@maesepalma