Salir nunca fue tan emocionante

Mi mochila, alcohol, toallita, lentes de sol, sudadera con capucha y el cubre bocas que anticipadamente compré hace meses… respiro, me cubro, salgo preparado y, ¿qué pasa?, que las crisis nos abren el alma y a la vez los ojos, los sentidos y valoramos caminar por la calle, la experiencia de sentir el rayo de sol, el aire y el aroma a jacarandas.

Y ahora me explico por qué aquellos hombres y mujeres que estuvieron en circunstancias en extremo difíciles, salgan y hagan muchas cosas valiosas de su vida, y para la vida del otro. No cabe duda de que el encierro nos hace encontrar nuestro ser y logramos ver que nos amamos y que ese amor también deseamos compartirlo.

Me encuentro a muy poca gente caminando por Reforma, ahora nos miramos a los ojos como si habláramos, por qué, porque hoy nos estamos entendiendo el uno al otro.

¿Seré solo yo?, ¿seremos todos?

Qué raro, ahora son más evidentes esos vagabundos, esos “sin casa”. Son los que quedaron ahí, en las banquetas, los que permanecieron ahí en donde la calle fue adoptada como su hogar. Y esa banca de cantera de Reforma siempre estuvo ocupada, y ellos también miraban así, a los ojos sin nada que perder, porque el encierro que nosotros hemos tenido entre cuatro paredes, ellos, sin ningún muro, lo han tenido y obtenido del resto.

Hoy los vi y quizá porque era el único raro en la calle, me saludaron de lejos, me gritaron con optimismo, y les respondí; jugamos un diálogo que siempre ha existido en ellos, pero no en nosotros los que siempre llevamos prisa, prisa por devorar el tiempo, ese tiempo que equiparamos al dinero y no queremos que nos quite nadie.

Hago un alto, agradezco esta pausa, mi reencuentro, y valoro nuestra calle con todo lo que implica.



Héctor Bonilla
@HBonilla_arq



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