Según el informe Digital In 2020, elaborado por We Are Social en colaboración con Hootsuite, en la actualidad hay en el mundo alrededor de 7750 millones de habitantes, de los cuales 4540 millones (59%) son usuarios de internet y 3800 millones (49%) son usuarios de redes sociales.
Facebook, la red social más popular del mundo cuenta con alrededor de 2449 millones de usuarios, YouTube le sigue con 2000 millones, luego vienen Whats App (1600 millones), Facebook Messenger (1300 millones), WeChat (1151 millones), Instagram (1000 millones) y TikTok (800 millones). Whats App, Facebook Messenger e Instagram son propiedad de Facebook, YouTube es de Google, ambas empresas son estadounidenses en tanto que WeChat y TikTok son propiedad respectiva de las empresas chinas Tencent y ByteDance.
Según el mismo informe, cada usuario promedio de internet pasa conectado 6 horas y 43 minutos de su día, lo que significa más de 100 días completos al año. Los datos son de enero de 2020, es de esperarse que con la pandemia por COVID 19 los tiempos hayan crecido al menos un poco.
El deseo a largo plazo y la materialización de ese deseo, sin libertad absoluta, cegados por la creencia del libre albedrio, que nos mantiene aferrados a algo porque le amamos; es libre aquel que no desea nada. Es justo esta cuestión la que rige a la mayoría de los personajes de la serie y es, de hecho, la causa de todo lo que ocurre: el deseo de atesorar, de mantener con vida a los seres amados. Vaya, que para una trama que incluye leyes del mundo cuántico, agujeros de gusano, viajes en el tiempo, un universo tridimensional, explosiones nucleares y montones de dimes y diretes existenciales, hay un discurso que se mantiene todo el tiempo: el que apela a los sentimientos, propio del Romanticismo, muy alemán también.
¿Cuál es el problema? El problema es la gratuidad de las redes. ¿Cómo? ¿Por qué? Respondámoslo de una vez con toda claridad: si el producto es gratis, el producto eres tú. Más específicamente: las redes sociales transforman nuestra información personal en una mercancía sujeta a la compraventa con fines de lucro. ¿Qué son Facebook o Google? ¿Empresas de tecnología? Error. Son empresas de publicidad:
“El negocio de Google [y Facebook] no es la informática, ni la ingeniería, ni los servicios a través de internet. El negocio de Google es la publicidad y el marketing. Sus productos de internet no son más que los canales y el medio que utiliza para hacernos ver sus anuncios y desarrollar su negocio”. (fuente)
Uno podría entonces pensar: el problema es que me espían. Sí, pero desafortunadamente ese es el menor de los problemas. Esta sorprendente y desconcertante realidad es la que te invito a conocer mirando el docudrama The Social Dilemma (El Dilema de las redes sociales) distribuido por Netflix, dirigido por Jeff Orlowiski y escrito por el mismo Orlowski junto a Davis Coombe, y Vickie Curtis.
En la película de 1 hora 29 minutos figuran entrevistas con diversas figuras de la industria como Tristan Harris (ex diseñador ético de Google), Aza Raskin (cocreador de botón Me gusta de Facebook) o Tim Kendall (ex CEO de Pinterest). También entrevistan a diversos especialistas y catedráticos. Las entrevistas se interrumpen de cuando en cuando para dar paso a dramatizaciones que tratan de ilustrar la forma en la que los sistemas computacionales de las empresas de redes sociales intentan llamar tu atención y mantenerte conectado para que haya mayor oportunidad de que consumas su publicidad.
Es muy recomendable mirar la cinta para tomar conciencia de, y reflexionar sobre, las implicaciones que nuestro consumo acrítico de redes sociales produce en todos los ámbitos: desde el psíquico y emocional, pasando por el ideológico y social, hasta llegar al nivel económico y político.
En este sentido debemos descubrir que nuestras esperanzas sobre el uso de la tecnología para el mejoramiento de la sociedad han sido demasiado optimistas. Nuestro mundo virtual, con un impacto indiscutible en nuestro mundo real, es mucho más distópico de los que imaginamos o estaríamos dispuestos a pensar.
La situación es la siguiente: las redes sociales pelean con la vida real y con las demás redes y recursos de internet por tu tiempo. Tu tiempo es el fruto más deseado, entre mayor tiempo pases consumiendo o creando los contenidos de una red social, mayor es la cantidad de publicidad que consumes y mayor el beneficio económico de las empresas propietarias de las redes.
En otras palabras, Facebook quiere que pases la mayor cantidad de tiempo mirando tu muro, conversando en Whats App o FB Messenger, mirando fotos o historias en Instagram y Google desea que pases horas y horas en YouTube y utilices lo más posible su cliente de correo, su almacenamiento en la nube (drive), su servicio de mapas y fotos, su buscador, su asistente por voz, etc. Todo ese tiempo y ese uso les permite recabar tus datos, los sistemas computacionales de Google y Facebook registran cuántos segundos miras que cosa en pantalla : si te gustan los videos de gatitos, si diario vas a visitar a tu abuelita, si jamás abres los correos del jefe, si te tomas fotos en poca ropa, si espías las redes de tu amor imposible cada 4 minutos, si amas ciertos memes, lo que se te ocurra que hayas publicado o consumido en línea queda registrado, de hecho el registro es de cada uno de los más de 2000 millones de usuarios.
Aclaración: no te preocupes de que un trabajador de Facebook este espiándote 24/7, la información individual tiene poco valor y prácticamente nunca está a disposición de un ser humano. Los datos recabados sirven más bien para que una Inteligencia Artificial, a través de la minería de datos y el análisis estadístico, pueda buscar y descubrir patrones con los cuales tomará las decisiones que considere pertinente para mostrarte contenido que te sea lo suficientemente atractivo como para permanecer conectado.
El sistema tiene un solo objetivo: maximizar la ganancia de la empresa maximizando el tiempo que pasas consumiendo contenido y, por tanto, publicidad. En este sentido la AI de la empresa (recuerda siempre que no es un humano) te mostrará el contenido que según el análisis que ha realizado es más probable que te interese y te mantenga conectado. Este contenido sugerido (¿impuesto por una máquina podríamos decir?) es el que terminas consumiendo más y más. ¿Qué clase de contenido es? Aquí entra el elemento humano: ¿qué es mejor mostrarte para que permanezcas conectado? ¿Una verdad incómoda, quizá dolorosa o molesta o una noticia falsa que refuerce nuestros prejuicios y opiniones y por lo tanto nos haga sentir bien? La respuesta es más o menos obvia. La consecuencia es que entre mayor tiempo pasamos consumiendo acríticamente el contenido sugerido por nuestra redes sociales más expuestos estamos a que nuestro juicio y pensamiento se vea negativamente afectado, ya sea porque empezamos a creer cosas que vemos en todas nuestras redes que simplemente son falsas (los grupos de terraplanistas por ejemplo) o porque todo lo que miramos refuerza la idea de que nuestra opiniones y prejuicios son los correctos, o los únicos racionales o los mejores. Si personas con diversas opiniones y prejuicios que han sido reforzados de tal manera se encuentran, es muy difícil encontrar un espacio de diálogo o respeto: ¿Cómo voy a ser capaz de escuchar la opinión de una persona próvida si todo lo que me rodea en mi mundo virtual me refuerza una y otra vez la idea de que esa es una posición absurda, ridícula e idiota? El mismo pensamiento pasa por la mente de la persona próvida cuando tiene que escuchar al abortista. Resultado: vivimos en islas virtuales totalmente complacientes y parciales o de plano falsas. Nos hacemos adictos al contenido que nos hace sentir bien. No podemos dejar de consumirlo. Somos adictos a la descarga de dopamina producida por la notificación que suena en nuestro teléfono llamándonos a consumir un contenido que sabemos seguro nos gustará en algún sentido. Entonces nos conectamos, consumimos, nos sentimos bien y maximizamos la ganancia de la empresa. El sistema hizo bien su trabajo, la empresa está ganando más dinero por publicidad. Las consecuencias indeseables como la intolerancia y la adicción no son variables a considerar por las máquinas, ni por las grandes corporaciones que las poseen.
Mira el docudrama con atención, reflexiona sobre tu vida virtual en redes sociales y las afectaciones positivas y negativas que tiene en tus pensamientos y opiniones y si no tienes tiempo, mira únicamente los créditos al final para recibir buenos consejos sobre cómo reducir los efectos perversos de las redes sociales en nuestras vidas. Yo te doy el primero: toma conciencia.
Victor A. Martínez
@torvick55